En las etapas de un desastre natural, aquellas personas con enfermedades mentales graves pueden funcionar relativamente bien. Al igual que el resto de la población, ellos suelen mostrarse a la altura de la situación para ayudarse a ellos mismos y asistir a otros en momentos de gran necesidad. Sin embargo, las personas con enfermedades mentales
graves y crónicas son un grupo vulnerable cuyo bienestar está especialmente amenazado por la ruptura social después del desastre. Además, los recursos existentes y daños a la
infraestructura pueden afectar considerablemente las opciones de atención y tratamiento. Asistir a las personas con enfermedades mentales graves puede mitigar o prevenir resultados adversos.