Es común que la gente tenga respuestas emocionales y físicas fuertes y desagradables cuando ocurren desastres. Las reacciones pueden incluir combinaciones de confusión, temor, desesperanza, impotencia, insomnio, dolor físico, angustia, ira, dolor,
conmoción, agresividad, desconfianza, culpa, vergüenza, cuestionamiento
de convicciones religiosas y pérdida de confianza en sí mismo u otros. Una variedad de intervenciones útiles pueden asistir a los individuos y a las comunidades a recuperarse.